Por Francisco Martínez Luna
La Historia de los animales no humanos muestra cómo se usó, concibió y representó a dichos seres en el pasado, comprende a diferentes culturas en su contexto y, hasta cierto punto, “justifica” sus acciones. Sin embargo, la experiencia histórica no debe servir para “avalar” lo que hoy sucede con los animales no humanos, el uso del pasado con esa intención, sería, incluso, ahistórico porque, entonces, no estamos comprendiendo que nos encontramos frente a otros contextos, necesidades, leyes, reflexiones, etcétera, no nos estamos comprendiendo a nosotros mismo, no estamos, ni siquiera, comprendiendo la función de la Historia. La historia no se repite.
Lo que ha sucedido en el pasado, no siempre es lo más adecuado para nuestro presente. La experiencia histórica debe ayudar a cuestionarnos para romper con lo que hoy no aceptamos como ‘herencia cultural’. La Historia sirve de espejo para juzgarnos. Tal como lo demostró la antropología en los años 40 y 60, comprender a otra cultura, es comprendernos a nosotros mismos, observar a otros, es observarnos a nosotros mismos, pero no desde un sentido pasivo, sino crítico.
Bajo esa perspectiva, entonces, vemos que argumentos referentes a la ‘herencia cultural’, no sostienen lo que en el presente se hace, por ejemplo, en la tauromaquia, en las industrias de pieles, en la industria alimenticia, en el ámbito del entretenimiento, en el ámbito familiar y privado, etcétera. La Historia de los animales no humanos nos debería permitir comprender que, en efecto, hay una ‘herencia cultural’, pero ésta no es necesaria y puede no ser aceptada.
Nuestra sociedad ha cambiado, el uso, concepción y representación de los animales no humanos en la Edad Media, por ejemplo, respondía a otros elementos, patrones y necesidades, hoy el avance de la tecnología permite tener productos textiles de alta calidad, más eficaces, cómodos, higiénicos y económicos que las pieles o plumas que en algún momento fueron la opción más accesible. Y ello pasa en todos los ámbitos, el alimenticio, el del entretenimiento, el industrial, etcétera.
La escritura de la Historia desde una posición ‘militante’ (la que sea), en este caso, desde la defensa de los animales de nuestro presente, es aceptable, porque el historiador no es, ni busca la ‘objetividad’ como se pretendió en el siglo XIX. No hay Historia, que no tenga elementos políticos, morales, epistémicos y estéticos implícitos o explícitos. Lo que debemos tratar de evitar son los anacronismos conscientes, porque en el inconsciente, la Historia siempre será anacrónica. Se escribe desde el presente, con nuestros conceptos y palabras, ningún lenguaje del es usado en el mismo sentido que en el pasado, sólo hay aproximaciones.