Nuestro compañero Ferando Medrano nos comparte esta “Reflexión sobre el futuro de la industria ganadera”.
El futuro dentro de nuestro planeta se vislumbra lo suficientemente oscuro como para desmoralizarnos con la idea de que las formas de violencia permanecerán hasta el final, pero también se asoman pinceladas de colores que pueden alegrarnos con la idea de que estas se pueden reducir al mínimo.
Dentro del terreno de la lucha antiespecista resulta muy justo preguntarse qué cabe esperar del futuro de la industria cárnica, ¿Será posible la abolición de todas las formas de explotación animal en algún punto del tiempo? ¿Será posible, por lo menos, eliminar algunos de los sectores responsables de la mayor cantidad de desgracias para los animales no humanos? ¿Se trata de algo con carácter realista o podría ser simplemente una utopía más?
En un artículo de economía del año 2019, un ganadero, llamado E. Magallón, se propone hacer un análisis de lo más equilibrado, según su consideración, acerca del futuro que tiene la industria ganadera ante distintos retos que ofrece el presente. El autor reconoce que varios estudios confirman que la industria ganadera es de las principales emisoras de CO2, a la vez que es consciente de que, con un número en ascenso, la población cada vez va reaccionando con más negatividad ante el consumo de carne por las implicaciones que esta tiene en las enfermedades padecidas por humanos. Finalmente, nos menciona también que, a pesar de tratarse de una minoría, la población vegana va en ascenso, y su principal motivación es de corte ético.
Es interesante notar cómo Magallón pasa de largo el aspecto ético, aún cuando lo menciona como uno de los más importantes, para centrarse únicamente en elementos de logística y de producción.
El tema de la carne sintética como sustituto, que es a todas luces controvertido, le interesa únicamente en el sentido del desplazamiento de ganaderos del sistema económico. Señalando que al ser requeridas herramientas especializadas para fabricar este producto, quedaría en el poder de pocas manos empresariales que apuestan grandes fortunas en una inversión a la que cada vez se le ve más solidez. Piensa que si este sustituto se vuelve realidad todos los bovinos encarcelados en granjas y rastros quedarían sin utilidad y morirían de hambre en un mundo que les es hostil sin los cuidados humanos. También cree que los espacios naturales conservados en buenas condiciones por los ganaderos se verían abandonados y de alguna manera eso repercutiría en un impacto medioambiental.
Después de esgrimir estas razones, el ganadero concluye que el futuro para la industria es prometedor y que tan solo hace falta que sus colegas se alineen a modos más sustentables, aunque no menciona cuáles, que deben minimizar la huella ecológica así como los residuos, aunque tampoco dice cómo. En resumidas cuentas: deben ser más autocríticos y eficientes.
La oscuridad que se cierne en relación al futuro de los animales no humanos que padecen la esclavitud de esta industria definitivamente es amplia. No sé tienen razones para asegurar que en un corto o mediano plazo se pueda extinguir está explotación. Sin embargo, hay elementos que refutan la idea de que sea imposible la abolición de la ganadería. Cómo el mismo autor lo señala, son los países más ricos los que consumen las mayores cantidades de carne y también son los que más la desperdician, mediante ejercicios de dominación capitalista de recursos naturales destinados a dicha actividad tanto de sus propios países como de otros menos desarrollados. Ese consumo excesivo está trayendo como consecuencia mayores niveles de conciencia acerca, no solo del daño ambiental, sino de la oposición que esto juega con la creciente empatía que se está generando por las demás especies animales oprimidas, a medida que salen a la luz más evidencias de las capacidades racionales y sensitivas en estás especies que no distan de las que posee el ser humano en tipo sino en grado.
Incluso los humanos que aún no han dejado de consumir productos de origen animal se están volviendo cada vez más reacios a las formas de maltrato animal que pueden percibir. Tómense como ejemplo la tauromaquia o los casos de daños provocados a perros, gatos o caballos en las vías públicas, las cuales han generado descontento social. Quizá no se desapruebe en gran medida el consumo de carne de vacas o cerdos en parte porque la violencia que se ejerce contra ellos se encuentra detrás de una muralla a través de la cual la sociedad permanece ciega.
En otras palabras, aunque en estos días aún se trate de una minoría de la población, tal como señala Magallón, es una parte que crece día con día, lo cual puede ofrecernos optimismo con respecto a un futuro por el que vale la pena luchar aunque se tenga que admitir su lejanía.
La situación con respecto a la ganadería en los países menos desarrollados también ofrece una reflexión interesante, puesto que la implementación de medidas alternativas a la carne en estos lugares podría suponer para algunos analistas problemas con respecto a los nutrientes adquiridos por la población, así como impactos negativos en una estructura económica que no ha alcanzado estabilidad. Esta tesis, propia de los ganaderos, supone que parte del desarrollo de un país se encuentra ligado al perfeccionamiento de la industria cárnica en términos de su producción y distribución. De esto se sigue que a medida que la población humana mundial aumenta y la industria ganadera progresa, más producción de carne se requerirá, en menos tiempo y con mayor eficiencia, lo que implica más uso de suelo que quedará estéril por la acción ganadera, más contaminación, más gasto de agua y otros recursos que dejarán de usarse en otras formas de alimentación. También implicará esto la necesidad de hacer uso de procesos químicos que aceleren la producción o contribuyan al incremento de peso en los animales para ganar con ello más carne, los cuales darían como consecuencia cada vez más graves afectaciones a la salud de los humanos.
La esclavitud y cosificacion de animales no humanos llegaría a un punto en el que todas las especies implicadas, incluyendo la nuestra, nos veamos frente a un problema común que resulte absolutamente insostenible. Caso que daría por muertas las esperanzas de Magallón de tener una industria consciente, autocrítica y a la vez próspera.
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