En años recientes las publicaciones de vegetarianismo y sus variantes han aumentado exponencialmente su presencia en medios científicos y redes sociales, investigadores y académicos y grupos de sociedad civil en todo el mundo generan constantemente evidencias de las ventajas que la producción y consumo de alimentos de origen vegetal pueden ofrecer a nuestra salud y al planeta.

Expertos de la organización mundial de la salud (OMS) no dejan de señalar, por ejemplo, que el consumo de carne roja y carne procesada aumenta el riesgo de sufrir cáncer colorrectal. La obesidad, los problemas cardiovasculares y la diabetes también están estrechamente relacionados con la elevada ingesta de este tipo de alimento.

Vegetarianos ilustres: de Pitágoras a Rousseau

Pero pese a su relevancia actual, los saberes y practicas del vegetarianismo son muy antiguos. Ya en el siglo VI a.c., Pitágoras lo practicaba bajo el supuesto de que el alma era inmortal: al fallecer cualquier animal- humano o no-, esta se trasladaba a otro animal.

Un siglo después, emperadores postulo este tipo de dieta a partir del principio de que existe un parentesco entre animales humanos y no humanos. Heródoto relato practicas vegetarianas en Egipto, mientras que Plutarco escribió en el siglo I tratados sobre lo absurdo de comer animales. Y para el neoplatónico Porfirio de Tiro, el vegetarianismo era justo porque evitaba la muerte de seres vivos que no cometían injusticias.

A principios de la Edad Media, la vida monástica impulsa la alimentación a base de vegetales; el consumo de “carne” solo se permitía a monjes enfermos. Mas tarde, durante la ilustración, filósofos como Voltaire rechazan comerla combatiendo y evidenciando las contradicciones de los mecanicistas: al tener las mismas estructuras biológicas, funciones y finalidades que los humanos, los animales también sufren. Por su parte, Rousseau denuncio que quienes se alimentan de ellos lo hacen inocentes, mansos, que no hacen mal a nadie y se amistan con nosotros. El pago de sus servicios era devorarlos.

Las posturas de estos y otros filósofos estaban centradas principalmente en el ámbito ético. En otras palabras, su práctica vegetariana se fundamentaba en la injusticia de comer cuerpos de otros animales, de quitarles la vida innecesariamente por un mero capricho culinario.

Estigma de pobreza y mala salud

Estos valores morales no fueron los imperantes en la construcción de las sociedades modernas. En estas, el consumo de carne se asocia con la fuerza física, el poder, la potencia sexual e ideologías que las clases dominantes impusieron de diversas formas a las clases populares.

En México se adoptaron estas ideologías: bajo el gobierno de Porfirio Diaz (1876-1911) se percibía la dieta de las clases bajas – basada principalmente en maíz, frijol y chile – como inferior. Sin base científica, se decía que este tipo de alimentación era un problema para la salud y un símbolo del atraso que debía ser superado.

Lee el articulo completo aquí: